Cuando se le han dado más de 35 vueltas al sol ejerciendo el oficio periodístico en México, todo acontecimiento relacionado con el derecho a la información y la libertad de expresión resultan familiares, lo mismo si nos producen satisfacciones, que si nos envuelven en el luto.
Sucumbe el fiambre, la palabra, con el que se construye la idea, permanece combatiente.
A unos días de que concluya este año 2021, México sigue encabezando el primer lugar mundial en asesinatos de periodistas, gregarios por temperamento propio, en nuestra comunidad gremial estuvimos cercanos a víctimas fallecidas con lujo de violencia, documentamos la caída a plomo de algunos de ellos, que abrieron la lista funeral que ni acaba de sellarse en el oficio de la muerte; periodistas asesinados en el país de la impunidad que durante las tres décadas recientes se han repetido en México, siempre bajo el mismo signo: La impunidad.
A su hora y sin vacilaciones cobardes ha sido el Club de Periodistas de México quien no ha quitado el dedo del renglón en la denuncia de esos crímenes de lesa cultura democrática, que cambiaron de métodos y formas pero no de propósitos: La demencial pretensión de implantar el pensamiento único propia de los regímenes totalitarios.
Insistimos y continuamos con un ciclo vital, personal o colectivo, podría agotarse el momento fatal pero la idea de la libertad renace en cada primavera, porque la noche de los tiempos no está hecha para quienes tienen un compromiso irrenunciable con la verdad.