Están por todos lados. Desde tiempos inmemoriales hemos sabido de su existencia. Vienen en distintas presentaciones, pero su característica principal es que nada ni nadie les importa, excepto ellos mismos. Se trata de los egoístas, esas personas que permanentemente anteponen el interés propio al ajeno y que en su proceder todo el tiempo le acarrean un daño a los demás. Éstos (los egoístas) son los primos-hermanos mayores de los codiciosos, los ambiciosos y los envidiosos.
En una primera instancia, al adentrarnos en el terreno de las definiciones encontramos que el término “egoísta” se deriva del latin ego (yo) y del sufijo ismo… O sea que estos individuos ejercen un excesivo amor a sí mismos y que están centrados por completo en su propio interés, a grado tal que no les importa que alrededor suyo el universo entero se esté colapsando totalmente.
Pero vamos por partes: Hay que entender primigeniamente que preocuparnos por nuestro bienestar personal o por satisfacer nuestras necesidades y deseos no nos convierte en automático en individuos egoístas. Sin embargo, cuando alguien exagera en ponerse constante y permanentemente como el centro del universo o incluso como alguien que está por encima de todo y de todos es cuando comienzan los verdaderos problemas, porque indudablemente se trata de sujetos que rechazan ejercer tanto el altruismo como la generosidad, lo que a todas luces debemos interpretar como una conducta reprobable.
El egoísmo, de acuerdo a los especialistas, se gesta durante las etapas más tempranas de la formación psicológica de hombres y mujeres, básicamente en la infancia y es justo comparar precisamente a los egoístas como personas que “se comportan como niños”, porque éstos todavía no cuentan con las herramientas emocionales necesarias para comprender que un individuo equilibrado tiene la capacidad de adaptarse a un núcleo social determinado y al mismo tiempo sabe desarrollar un sentido de pertenencia dentro de ésta.
Bajo este contexto, es pertinente que al momento de desmenuzar el egoísmo, sobre todo desde la trinchera clínica, comprendamos que éste es como una especie de hidra capaz de desarrollar varias cabezas. Así las cosas, vamos a descubrir que existen el egoísmo psicológico, el egoísmo moral o ético, el egoísmo racional, el egoísmo anárquico, el egoísmo profesional, el egoísmo material y muchísimos otros más.
Asimismo, los egoístas poseen un perfil muy peculiar que los hace fácilmente identificables del resto de los demás, pues se trata de personas que sólo pueden desplegar amor a sí mismos; todo el tiempo buscan imponer su voluntad y eso los vuelve exageradamente manipuladores. Obviamente, siempre están aspirando a que todos aquellos que los rodean hagan lo que ellos dicen y, mucho ojo, no se confundan cuando un egoísta se autojustifica con el argumento de que “es que yo soy muy apasionado y eso el mundo no lo entiende”. Nada que ver. La pasión es otra cosa, pero ese es un tema que abordaremos en otra entrega.
Por todo lo anterior, te invito a que renuncies a seguir utilizando y manipulando a los demás en tu propio provecho. También es muy importante que dejes de culpar a los demás por tus errores y problemas. Pero también deje de hacer lo que se te pegue la gana y date una oportunidad para comprender los beneficios y ventajas de vivir y trabajar en equipo, porque si sólo estás acostumbrado a recibir y no a dar entonces te estás condenando a que nadie te tome en cuenta. Atrévete a ponerte en los zapatos de otro y respeta la individualidad de aquellos con quienes compartes tu cotidianeidad, porque sólo así podrás sacudirte la fea etiqueta de que eres una persona egoísta.
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