Tanto en hombres como en mujeres, el espectro que abarca la depresión es sumamente extenso. Desde el consultorio y la academia los especialistas han dedicado un sinfín de esfuerzos para desmenuzar una a una las causas que nos llevan a los seres humanos a este tipo de episodios que afectan en distinta magnitud nuestra capacidad para vincularnos mental, emocional, psicológica y socialmente con los demás y con nosotros mismos. Tomar a la ligera la depresión puede llevarnos al aislamiento total y también a desconectarnos de nuestra realidad. Por eso, es de vital importancia que podamos mostrar razonamiento, sensibilidad y empatía cuando esta condición se presenta en nuestras vidas.
Por principio de cuentas, debemos y tenemos que entender que la depresión es un trastorno mental que se caracteriza fundamentalmente por una caída del estado de ánimo que se manifiesta por medio de sentimientos de tristeza y que por consecuencia impactan nuestro comportamiento, actividades y pensamientos.
Pero, ¿qué provoca que caigamos en depresión?
Son múltiples factores, como lo son las situaciones traumáticas o estresantes como el maltrato físico, el abuso sexual, la muerte o la pérdida de alguien muy querido, una muy débil autoestima o severos problemas económicos. Igualmente, en este contexto podemos considerar ciertos antecedentes familiares consanguíneos “heredados” como el trastorno bipolar, el alcoholismo y el suicidio.
Asimismo, para identificar si alguien muy cercano o nosotros mismos estamos atravesando por una etapa depresiva, podemos identificar si hay dificultad para concentrarnos, recordar o tomar decisiones; también se presentan cambios en el apetito y en el peso corporal. Igualmente, una persona deprimida comienza a tener pensamientos negativos frecuentes con respecto a la muerte y el suicidio. Y, por supuesto, no podemos dejar de lado los síntomas físicos como los dolores corporales, las jaquecas o migrañas, los calambres, dificultades en el sistema digestivo y otros malestares que no se alivian ni se curan aún con tratamiento.
Los repentinos cambios de humor de las personas, que en breves lapsos pasan de la alegría a la histeria o viceversa, son síntoma inequívoco de que la depresión está presente. Por eso, debemos estar muy alertas en todo momento de la condición mental de aquellos que son cercanos a nosotros y que nos importan, pues de nada sirve pensar o decirles “ya se le pasará”, “échale ganas” o “no te preocupes, el tiempo lo resuelve todo”. ¡Nada de eso! Hay que poner manos a la obra de inmediato y tratar de acompañar a esa persona deprimida en un proceso que indudablemente deberá ser supervisado por un especialista.
Lo primero que tienes que hacer para saber si estás deprimido o si alguien cercano a ti lo está, debes identificar los siguientes síntomas: 1) Sentimientos persistentes de tristeza, 2) Sentimiento de desesperanza o desamparo, 3) Baja autoestima, 4) Sensación de ineptitud, 5) Culpa excesiva 6) Deseos de morir, 7) Desinterés por las actividades cotidianas placenteras, 8) Dificultad para las relaciones afectivas, 9) Trastornos del sueño, 10) Cambios en el apetito y pérdida/aumento de peso, 11) Baja energía, 12) Dificultad para concentrarse y para tomar decisiones, 13) Pensamientos suicidas, 14) Diversos “achaques” físicos (dolor de cabeza, de estómago, cansancio permanente, etcétera), 15 Poca tolerancia al rechazo y al fracaso, 16) Ganas de marcharse del hogar y del trabajo…
Los focos rojos son muy variados. De ahí la importancia de identificarlos y actuar lo más rápido que se pueda, pues la depresión es algo sumamente grave.
¡Ayúdate y ayuda a los demás!
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