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Se trata de un fenómeno que si bien es cierto no es nada nuevo, en tiempos recientes ha cobrado un auge inusitado. Lo novedoso con respecto a esta especie de “prostitución light” es que poco a poco en sociedades como la nuestra se ha ido aceptando e incluso normalizando. Me refiero a esas relaciones por conveniencia establecidas entre jovencitas y hombres sumamente maduros a los que ya les hemos adjudicado el hombre de sugar daddy (papacito) y que, si las analizamos a profundidad lo primero que saldrá a flote es que ambos protagonistas, a causa de su baja, bajísima autoestima, se ven involucrados en dinámicas que acaban definiéndolos como seres desvalorizados y desmoralizados.

Pero, por principio de cuentas ¿qué es un sugar daddy?

El caldo de cultivo de estas pseudorrelaciones entre estas mujeres sumamente jóvenes y varones que ya peinan canas está en las redes sociales y en las aplicaciones de citas. La mayoría de las chicas que utilizan estas herramientas lo hacen con un único fin: Encontrar a un proveedor que les proporcione la estabilidad y la vida de lujos que un muchacho de su edad sería incapaz de darles porque, para empezar, los jovencitos no cuentan con los medios para hacer obsequios costosos: Ropa, perfumes, accesorios, teléfonos celulares, cirugías y tratamientos estéticos, viajes, la colegiatura de la universidad, pagar la renta de un departamento… el etcétera es extenso.

Y aquí es donde entra en acción el llamado sugar daddy, un hombre maduro (por lo regular mayor de 55 años) con trabajo estable, solvencia económica y con un gigantesco vacío emocional producto de su bajísima autoestima y sus muy limitadas habilidades para establecer vínculos afectivos “normales”. En lenguaje coloquial podríamos decir que estamos hablando de cuando se juntan el hambre y las ganas de comer.  Así de simple.

Pero en términos llanos estamos hablando de una mera transacción en la que ambas partes negocian para llegar a un acuerdo satisfactorio, el cual siempre lleva implícita la interacción sexual a cambio de obtener ciertos beneficios materiales previamente acordados. Aunque en realidad, con algunos matices distintos, lo cierto es que es básicamente lo mismo a cuando un hombre se sube a su automóvil y conduce hasta los suburbios de su localidad para llegar a la zona de tolerancia donde se ejerce la prostitución y ahí elige a la mujer con la que sostendrá un breve encuentro sexual clandestino. Detalles más, detalles menos, ser el sugar daddy de alguien es básicamente lo mismo… pero más, muchísimo más caro.

Y el cielo es el límite, créanme. Porque un sugar daddy puede tener todas las sugar babies que su cartera le permitan y una sugar baby puede tener todos los sugar daddy’s que guste porque, por lo regular, en este tipo de “acuerdos” lo primero que negocian estas mujeres es que no haya exclusividad.

Pero no se crean que en esto del “sugardating” todo es miel sobre hojuelas. Nada de eso. También existen riesgos y peligros que muy pocos imaginan. Ha habido varios casos en los que las sugar babies son sólo la fachada de redes criminales muy bien establecidas que se dedican a extorsionar y a desfalcar a cuanto incauto se encuentran, llegando incluso al asesinato.

Así que, si tienes en mente convertirte pronto en un sugar daddy, yo te sugiero que te la pienses dos veces, puede ser lo último que hagas.

Contacto.- @Yalessandrini1 (Twitter / X)

www.lapoliticamedarisa.mx

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