La alcaldía Miguel Hidalgo se podría convertir en un hub comercial global y de innovación tecnológica. Miles de estadounidenses (y de chinos y sudamericanos) han encontrado en México un lugar idóneo para emprender. Las rentas son accesibles, el clima es mucho más agradable que en sus lugares de origen, la gente es amable y pueden satisfacer de manera cotidiana la renovada afición por nuestra gastronomía. La gran mayoría viene a desarrollar proyectos que involucran innovación. Sin embargo, no estamos aprovechando esta oportunidad de transferencia tecnológica a cabalidad. El eje Roma, Condesa, Polanco podrían convertirse en un lustro en un hub tecnológico y de comercio sin parangón en nuestro país. ¿Qué podríamos hacer a nivel local en la CDMX y en sus alcaldías?
En un mundo completamente integrado y que se basa en el conocimiento (Knowledege Based Economy), el capital intelectual que acompaña al talento extranjero es esencial, por lo que la CDMX tendría que convertirse en una ciudad cosmopolita y global, una ciudad abierta”. Una comunidad donde gente de todos los rincones del mundo pueda sentirse como en casa.
La mejora en los índices macroeconómicos han sido provocados por la globalización y la respuesta de los anteriores gobiernos para aprovecharla. Durante la larga noche neoliberal México urdió una red de 13 Tratados de Libre Comercio con 46 países, por ejemplo, y se convirtió en uno de los mayores exportadores en el mundo. Avivar aún más el cosmopolitanismo capitalino es una estrategia esencial si queremos tener éxito en nuestra aspiraciones de integración global.
Un proyecto de globalización para la CDMX podría rediseñar el corredor Condesa-Roma-Polanco- Juárez como un lugar para ciudadanos globales que privilegian la globalización, la urbanización, la modernidad (entendida como las prácticas que se llevan a cabo en la democracias liberales), eficiencia y accesibilidad a servicios de primer nivel, tecnología avanzada, conexiones de alta velocidad y a todas partes del mundo. Todo esto con el fin de atraer y retener talento extranjero.
El cosmopolitismo implica lidiar con comodidad con el talento que llega. Esto se logra (a la Robert Putnam) construyendo, hilvanando y fortaleciendo el tejido social. Esto se podría alcanzar -por contraintuitivo que parezca- abatiendo la política y posturas ideológicas o de extremo nacionalismo. Las políticas públicas locales tienen que ir encaminadas a mejorar el metro cuadrado: es decir, el entorno individual y los servicios que reciben.
Reconstruir el tejido social y fortalecer el capital social puede, además, traer un externalidad positiva: la confianza social, las normas de reciprocidad, el compromiso y la cooperación (lo que establece como ‘capital social’) son el aceite de la maquinaria democrática. Un entramado institucional robusto que establezca reglas claras y confiables generan atracción de inversiones y generación de empleo, mejores índices de seguridad y menor corrupción.
Toda la política es local (All politics is local), decía Tip O’Neill. Empecemos desde nuestras comunidades a cambiar a México.
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