CIUDAD DE MÉXICO.- Las empresas más diversas e inclusivas tienen entre un 25% y 36% más probabilidades de superar a sus competidores en rentabilidad, además de facilitar el desarrollo de talento, reportó McKinsey & Company.
En ese contexto, a pesar de que la inclusión laboral es una exigencia ética, legal y estratégica y está estrechamente ligada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, particularmente, en temas como la igualdad de género y el trabajo decente, persiste una exclusión sistémica de género en múltiples niveles.
El director de carrera en psicología de la Universidad Internacional UNIVERSAE (UIU), Uladislao Dobroski Mora, explicó que la exclusión se mantiene en los espacios laborales y puede ser visible (brecha salarial, techo de cristal, acoso) o invisible (microagresiones, expectativas sesgadas, falta de referentes).
“La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que, en promedio, las mujeres ganan un 20% menos que los hombres a nivel global. Asimismo, el Women Economic Forum (WEF) reporta que solo el 28% de los cargos directivos en empresas globales son ocupados por mujeres”, comentó el doctor Dobroski.
La exclusión de género también afecta a personas trans, no binarias y otras identidades, quienes enfrentan una discriminación aún más pronunciada, con tasas elevadas de desempleo, violencia institucional y falta de reconocimiento legal en muchas regiones.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) explica que la inclusión laboral se refiere al proceso consciente, estructurado y sostenido por el cual las organizaciones aseguran que todas las personas, independientemente de sus características personales, sociales o culturales, tengan igualdad de oportunidades en el acceso, desarrollo y permanencia en el entorno de trabajo.

 
								 
				 
								 
															



