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La absorción de la Guardia Nacional (GN) por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) es una medida populista. Amplios sectores del electorado están de acuerdo con la militarización de la seguridad pública y los ciudadanos -en especial los que viven en regiones calientes y perdidas al crimen- quieren ver a los militares en las calles. 

La mayoría de la encuestas que miden la política pública en materia de seguridad evidencian que los ciudadanos están de acuerdo con la presencia de las fuerzas del orden en las calles: quieren que se combata a los carteles de manera frontal y sin cortapisas. La mayoría de los participantes en grupos de enfoque y de los encuestados en estudios cuantitativos se inclinan por una solución a la violencia y a la inseguridad “a la Calderón”. Esto en contraste con la “coordinación” entre diferentes niveles de gobierno y detención de capos como lo hizo Peña o a los “abrazos” de López Obrador. 

Por eso no es de extrañarse que el Presidente haya rectificado y cambiado su estrategia de mantener en las calles a elementos del Ejército y Armada. Es verdad que el Presidente gobierne con base en ocurrencias y en puntadas de su círculo cercano, incluida la doctora Gutiérrez Müller, pero también ve encuestas y sabe que los mexicanos que habitan en las zonas perdidas al crimen necesitan la presencia de las fuerzas armadas para medianamente realizar actividades cotidianas, como salir a las calles, por ejemplo. 

El apoyo de “Alito” Moreno a esta medida es pragmático. Sabe que ir en contra significaría la anulación del PRI (por lo menos en lo que concierne a la arena electoral). A contracorriente de lo que la comentocracia ha querido difundir, “Alito” no se dobló frente al poder omnímodo del obradorismo, “Alito” sucumbió al oficio político de los militares: En especial al del general secretario que al parecer es el único miembro del gabinete que ahora hace política. También obedece a que sabe que es una medida popular entre sus agremiados. 

Lo que presenciamos en la semana es “Alito” operando a favor de su reducida audiencia, de su constituency, y en favor de los militares que se han convertido en factótum de la política nacional. La medida, además, también tiene el apoyo de los gobernadores que no cuentan con policías locales que puedan enfrentar el grave problema que representa el crimen organizado y que dependen enteramente de la milicia para asegurar el orden en sus regiones. 

Ahora, los candidatos a puestos de elección popular no solo serán palomeados por el crimen organizado sino también por los jefes militares. Las Fuerzas Armadas inciden cada día más en las decisiones políticas de este país. En la nueva dinámica de las relaciones cívico-militares sería oportuno saber, por ejemplo, el rol de las fuerzas armadas y su postura frente a la prisión preventiva oficiosa. 

El viernes 9 de septiembre el general secretario compartió con el pueblo de México que se habría reunido con el presidente del PRI y que estaría dispuesto a hacerlo con cualquiera de las otras fuerzas políticas de oposición. Es decir, ya no son solo, ingenieros, salubristas, administradores, gerentes y policías; ahora los verdes también son grillos. 

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