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Los mexicanos estamos tristes y enojados. Del confinamiento salimos de nuevo al mundo mucho más desconfiados y desconsiderados: como si hubiéramos padecido un proceso anticivilizatorio donde lo que prevalece es la descortesía.

La neurosis de las y los automovilistas, lo que los anglosajones llaman “road rage”, ha llegado a niveles impensables; ver a ciclistas en situaciones de peligro es parte de la cotidianidad capitalina. Me gustaría encontrar las causas   de las molestias  que atañen al mexicano, pero aún más, las raíces de su tristeza. El 46 por ciento dice ser muy feliz, de acuerdo con una encuesta de Alejandro Moreno de marzo del 2022. En el cenit de la larga noche neoliberal, México se ubicaba en el lugar 16 en el Índice Mundial de la Felicidad, mientras que en el 2022 cayó 30 lugares a la posición 46.

Según este ranking, las variables independientes que explican la felicidad son el producto interno bruto per cápita, el “apoyo social”, la expectativa de vida saludable, la libertad social, la generosidad y la ausencia de corrupción. No llama la atención que hayamos descendido tantos peldaños en solo cinco años de obradorismo. El PIB per cápita -de acuerdo con información de México ¿Cómo Vamos?- se encuentra en niveles similares a 2015, es decir, hay  un retroceso de 8 años. A pesar del alza en los salarios, la inflación (en muchos casos generada artificialmente por los grupos delincuenciales) ha mermado los bolsillos de los mexicanos.

Después de cinco años de abrazos se han registrado más de 164 mil homicidios convirtiendo la administración del presidente López Obrador en la más violenta en la historia de México. La pandemia habrá matado a un millón de mexicanos aproximadamente. ¿Pero realmente qué tiene tristes y enojados a los Mexicanos? ¿A qué se debe la violencia cotidiana? ¿Por qué nos tratemos con tanta ruindad y maldad?  ¿A qué se debe la proliferación de ladies y lores? ¿Son la tecnología y las redes digitales? ¿Hay una crisis social, política, religiosa o demográfica? Esta crisis de identidad y de unidad nacional seguramente se deriva de la desigualdad y disparidad en la distribución del ingreso y a la falta de oportunidades. La idea de que existe una casta divina que históricamente ha tenido acceso a los privilegios es un veneno increíblemente pernicioso para la salud de la politeia. 

Para el caso estadounidense, David Brooks en The Atlantic (Agosto, 2023) se aventura a deslizar la idea de que no hemos sido educados en la compasión. 

“Vivimos en una sociedad en la que las personas ya no están capacitadas para tratar a los demás con amabilidad y consideración”. En una sociedad sana, una red de instituciones (familias, escuelas, grupos religiosos, organizaciones comunitarias y lugares de trabajo) ayuda a convertir a las personas en ciudadanos amables y responsables, el tipo de personas que se defienden unos a otros. Vivimos en una sociedad que es terrible en la formación ética y moral. ¿Y si empezamos por ahí?

Contacto.- @Aechegaray1 (Twitter)

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