* ¿Quién dice que no podemos comprar ropa y calzado de diseñador con sólo 200 pesos?
* López Obrador sólo llevó la sencillez y la humildad en el discurso; sus apóstoles lo han imitado
* El próximo presidente de la Corte ya nos presumió su buen gusto con sus zapatos Ferragamo
POR YAZMÍN ALESSANDRINI
TACOS DE CAVIAR.- La premisa de la austeridad republicana que tanto cacareó Andrés Manuel López Obrador durante los seis años que se hospedó (para vivir a todo mecate) en Palacio Nacional desde un principio resultó ser una mentira descomunal. Una farsa. Un engaño. Nadie, absolutamente nadie, él incluido, se tragó el cuento del billete de 200 pesos en la cartera y sobre el opulente estilo de vida que adoptaron prácticamente todos los integrantes de su familia (esposa, hijos, hermanos, primos, sobrinos, ahijados…) apenas llegó al poder, mejor ni hablemos. El discurso de la medianía, la humildad y la sencillez sólo fue eso, un mito genial (Pedro Aspe dixit). Sólo se trató de una muletilla retórica de la que se valió para conectar con “el pueblo”, principalmente con aquellos que se tragaron de un solo bocado la falacia esa de que “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. La realidad es que en México conviven, convergen, coexisten y contrastan lastimosamente una opulente y dorada clase política con un gigantesco ejército de mexicanos (poco más de 46 millones) que a diario surfean en las aguas de la pobreza multidimensional. Además, hay pruebas documentales que arrojan que el Presidente López Obrador nos costó mensualmente a todos los mexicanos la friolera de 6 millones de pesos. Hagan sus cuentas.
EL MILAGRO DEL PAN Y LOS PECES.- Así las cosas, no sorprende que varios de los discípulos del santo patrono de las causas obradoristas hayan imitado (e incluso superado) las enseñanzas de su sensei. Hay muchos… muchísimos. Pero por falta de espacio tan sólo mencionaré a tres de ellos: La primera de ellas, la legendaria extitular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), la sonorense Ana Gabriela Guevara Espinosa, por el momento alejada de la administración pública pero cuyas palabras todavía retumban por todos lo muros de la llamada cuatroté: “Todo lo que gano me lo trago, me lo unto y me lo visto como me da mi chingada gana. No tengo marido ni marida, ni nadie que exija en qué me lo gasto”. Así que… ¡calladitos! *** ¿O qué tal el petista (cuando le conviene) o morenista (cuando le conviene también) Gerardo Fernández Noroña?, quien desde su posición como presidente del Senado, minita de oro que afortunadamente ya se le terminó (¡por fin!), nos dio cátedra a todos los mexicanos de cómo se debe hacer turisno legislativo. Para la posteridad una de sus últimas declaraciones como el mero-mero de la Cámara Alta: “Lo que yo haga con mi dinero pues es mi derecho. Faltaba más. Yo viajo como quiera, me hago una fiesta como quiero, compro lo que quiero, es mi dinero, es producto de mi trabajo. ¿Eso qué tiene que ver con las políticas públicas de austeridad? No tiene que ver absolutamente nada”. Tiene razón. ¿Con qué derecho vamos a reclamarle algo a don Noroña si sufrió toda su vida para poder llegar hasta donde está y (por fin) darse vida de rico?
LA CAMINERA.- Y para el desempance no podemos olvidarnos de quien será el próximo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), el oaxaqueño Hugo Aguilar Ortiz (por cierto, amigo muy cercano del expresidente Obrador), quien ya adelantó que durante las sesiones de la Primera Sala no utilizará la toga tradicional que distingue a los ministros de ese órgano colegiado y que se presentará ataviado de vestimentas indígenas. Eso sí, las combinará con sus humildes mocasines Salvatore Ferragamo de 20 mil pesos para estar al último grito de la moda. El chiste es no desentonar.
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