Esta historia de terror es una historia que ya ocurrió y con algunas diferencias se repite. Sin embargo la narrativa es la misma, los mismos mecanismos y la misma intención. Recordemos que prácticamente a la mitad del sexenio pasado un grupo decidió realizar lo siguiente: A raíz de una entrevista con Angélica Rivera en la Revista “Hola!”, el 9 de noviembre de 2014 el portal de Carmen Aristegui dió a conocer una investigación periodística, que posteriormente se denominó “La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto”.
Se trataba de en reportaje asociado a la corrupción y de manera concertada pasó a “La Jornada”, la revista “Proceso”, el “Wall Steet Journal”, “The New York Times” y “The Economist”.
A partir de ese momento se añadieron los desfalcos multimillonarios de Javier Duarte en Veracruz y Roberto Borge en Quintana Roo, además de otros tantos asuntos promovidos y ventilados en los medios de comunicación. Enrique Peña Nieto, entonces Presidente de México, perdió confianza, credibilidad y legitimidad. No hubo forma de contener la debacle. Meses después aprovechando el malestar social y en conjunto con una eficaz campaña y varios miles de millones de pesos, Andrés Manuel López Obrador resultó electo por treinta millones de mexicanos.
Hace unas semanas inició un proceso casi idéntico al que le aplicaron a los priístas, sólo que ahora el protagonista es López Obrador y su familia, como a su antecesor, intentando golpear en lo más profundo la credibilidad, confianza y legitimidad. Muchos podrán decir que es justificado, otro tanto que no; sin embargo, el común denominador es que todos desconfían en la política y en los representantes sociales. Es decir, es un golpe más allá del personaje, a lo más profundo de la ya de por sí erosionada democracia mexicana.
Digo que es un ataque directo a la democracia, porque el objetivo es la polarización, el encono y el desprestigio de las instituciones. Así lo hicieron con Peña y ahora lo profundizan con AMLO. Sí, porque mientras exista mayor descrédito del sistema (la disminución de percepción positiva por años la confirma Latinobarómetro e incluso “The Economist”), hay mucho mayor posibilidad de incidir desde fuera del sistema de partidos, para posteriormente controlar el poder, sobre todo el económico.
Thomas Kuhn lo ha descrito a través de la teoría científica y el cambio de paradigmas, las crisis y la búsqueda por una realidad que responda a las necesidades “actuales”; Karl Popper y el falsacionismo; y desde el punto de vista democrático varios escépticos que contribuyen a dichos propósitos, incluyendo Sartori.
Mientras tanto celebrando el encono vemos a una oposición carente de talento, sin rostro, sin identidad, sin ideología, sin proyecto, sin identificación, ni representatividad social, incapaces de construir un proyecto que les de los argumentos de una narrativa que conecte y los sensibilice con el ciudadano, y que genere la certidumbre de una mejor alternativa de país. Por el contrario, asumen que el debilitamiento paulatino de la imagen de Andrés Manuel López Obrador, en automático, al igual que en su momento con Enrique Peña Nieto inclinó la balanza a favor de AMLO, en esta ocasión será a la inversa.
La historia del sexenio pasado nuevamente se repite el mismo patrón, la misma metodología y objetivo, que nos empuja ante la ausencia y vacío de una inexistente oposición a tomar partido y en muchos (curiosamente los mismos que disfrutaban ver expuestos a Enrique Peña y a varios de sus funcionarios) celebrar ahora el encono provocado por el golpe de corrupción que Mexicanos Unidos contra la Corrupción y la Impunidad, ha asestado en el corazón de Andrés Manuel, creyendo que es la única manera de detener y exhibir a un gobierno profundamente insensible e ineficaz.
Sin embargo, aunque la estrategia de exhibir escándalos de corrupción y atacar permanentemente al gobierno sea la misma, no queda claro si será suficiente. Porque si bien es cierto que los problemas de inseguridad, desabasto, pésimos servicios, falta de empleo e inflación se han profundizado. Hoy el ciudadano se encuentra cada vez mas preocupado y atemorizado por su propia situación económica y la creciente inseguridad que azota a nuestro país.
Por eso es urgente que nos hagamos algunos cuestionamientos ¿Que sigue después de la polarización y la celebración del encono? ¿Que sucederá si frente al vacío del contrapeso de una oposición, la polarización escala y migra de las redes sociales para reflejarse en las calles? ¿Cuáles serán las consecuencias?
A diferencia de Peña Nieto, en esta ocasión creo que la corrupción no será suficiente para tirar a López Obrador. Sin embargo, sí contribuye poco a poco a lo que nadie debería apostar, el descrédito total de la democracia representativa. Sobretodo porque no sabemos, sin ella, que puede suceder. Muy probablemente el arribo de candidatos desconocidos al servicio de la verdadera mafia del poder, el crímen organizado.
Y no es pregunta.
Contacto.- @MarthaGtz