Francisco Labastida, ex candidato presidencial por el PRI en el año 2000, en entrevista esta semana afirmó que el PRI entregó el poder a Andrés Manuel López Obrador a través de un acuerdo.
Lo justifica con el argumento de que el PRI se dedicó a atacar y crear acusaciones dirigidas al candidato Ricardo Anaya y no a Andrés Manuel López Obrador, en consecuencia, el que iba en primer lugar se alejó más en números y terminó ganando de manera avasalladora. Uno de los efectos fue que en realidad esa estrategia realmente era dirigida para apoyar el acuerdo entre Peña Nieto y López Obrador y por ello fue que obtuvo esa cantidad de votos.
Es evidente que el también ex senador habla desde la herida y su situación en particular, porque precisamente eso es lo que ocurrió en el año 2000, donde una parte del priísmo dejó de apoyarlo y viró hacia el candidato del PAN, Vicente Fox Quezada. Sin comprender bien como sucedió, Labastida se asume traicionado por su mismo partido y su estructura, que sin más ni más acordó la alternancia hasta ese momento histórica del poder hacia el PAN.
Lo ocurrido es relevante porque toca una de las lógicas más importantes y queda claro, que en este país no se han discutido abierta y francamente la descomposición de las bases territoriales, de operadores de estructuras, de políticos de lealtad y liderazgo real, adaptados a la realidad y convertidos ahora en negociadores profesionales.
Uno de los casos por excelencia es el de Jorge Castañeda Gutman, hijo de Castañeda Álvarez de la Rosa ex Secretario de Relaciones Exteriores (bajo una de las máximas expresiones políticas del priísmo de políticos que en 1982 fueron básicamente desterrados con la llegada de Miguel de Madrid), ex embajador en Francia, Egipto, Naciones Unidas, entre otros cargos.
Castañeda Gutman, político que se autocalifica como el fundador del grupo San Angel Inn, donde encontró en ese momento una forma de comprender la nueva realidad. Negociador, semi-tecnócrata y al mismo tiempo autoconsiderado político, formado en el exterior y funcionario que lució brevemente en el gabinete panista de Vicente Fox, sobresale por entregarse total y absolutamente al gobierno norteamericano, y posteriormente por ser aliado de la Maestra Elba Esther Gordillo. Castañeda Gutman un pseudo junior aristócrata, quien recorría pasillos en el gobierno de Enrique Peña buscando un cargo que lo relanzara, afirmó también que el PRI había negociado con Andrés Manuel López Obrador la Presidencia de la República en 2018. Claro, esa negociación igualmente advierte su interés de convencer y ser parte del equipo de Ricardo Anaya que dorándole la píldora lo consideró su estratega de oro (según él), y terminó como todos sabemos.
Justamente, estas dos afirmaciones de estos personajes nos revelan mucho más de la política y de los políticos, porque en el fondo el país vive un combate de PRI vs PRI, y ahora, múltiples PRI’s contra múltiples agnósticos (digámoslo así porque es evidente que ya hay muchísimas personas que simplemente no creen en los partidos políticos). El PRI de Andrés Manuel, contra el PRI de juniors, contra los tecnócratas, y ahora hasta el PRI vestido de Morena. Como ejemplo encontramos Hidalgo y Durango, donde abiertamente es un pleito de casa, donde observamos a la población verdaderamente crispada, polarizada y desesperada, porque en realidad ninguno les ofrece certidumbre en el futuro, por ello MC quisiera, en sueños, cubrir ese espectro de la población.
Sin embargo, que el PRI haya negociado con Morena no es sorpresa. Lo hizo con Fox, Calderón, Peña, López Obrador y lo hará con quien venga. La verdad es que el futuro se construye a partir de esa realidad en la que empresarios y algunas élites partidistas insisten sin comprender: que sus modelos son del pasado y que este país jamás regresará a ello.
A partir de ahí, ¿Como resolvemos los verdaderos problemas de seguridad, pobreza, desarrollo, economía y la ausencia de Estado de Derecho…?
Esa, es la verdadera pregunta.
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