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Esta semana terminó el XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCC). Un suceso relevante y trascendente por la dimensión de acuerdos y realidades que en términos económicos y políticos presenta, en un contexto y mirada profunda a los sistemas de gobierno a nivel mundial. Particularmente la democracia, o socialismo moderno, como ellos lo aproximan en el que han derrumbado principios que eran mundialmente aceptados, y sustituidos por otros que no se encontraban en aquella dimensión. Fundamentalmente hablamos de la libertad, propiedad y peso del estado para regularlos.

China, un país con más de mil 400 millones de habitantes, una superficie que representa el cuarto lugar del planeta, el PIB más grande del mundo y como ellos se definieron en este Congreso los nuevos líderes mundiales caminando con el liderazgo de un tercer periodo con Xi Jinping.

Entre las resoluciones y perspectivas que más impactan fue la aproximación a la energia renovable, que como principal fuente inversionista (por mucho mayor que los europeos o Estados Unidos) no se acelera o pierde paso en ello, o la aproximación al COVID para llegar a cero casos, por las medidas que toman para llegar a ello como el cierre total de nueva cuenta, o el impacto en las cadenas de suministro, además del no anuncio de medidas extraordinarias para impulsar su economía, que por su dimensión tiene efectos en todo el mundo.

Sorprende y mucho, porque da profundos elementos de visión del mundo y  lo hacen con una seguridad y certezas inusuales en un ambiente de grandes y constantes cambios.

Además, da una lección de política al establecer en el larguísimo discurso de dos horas que ellos tienen una aproximación peculiar a la democracia porque han logrado el liderazgo no como consecuencia del libre mercado, sino por imposición del Estado. Apuestan al reforzamiento, todavía mayor del rol de ese estado del que se deriva todo lo demás. En una clara visión distinta al de las democracias tradicionales en el que sus Constituciones y pacto social pretenden contener y limitar el uso del poder, que hace dudar de lo que tanto trabajo se ha construido en el siglo pasado en México. Porque desde la emisión de la Constitución Federal de 1917 esa ha sido la historia en nuestro país, con excepción del cambio que existió en 2018 que modifica al régimen en una medida importante, aunque no total.

Las lecciones que derivan del congreso chino seguramente serán analizadas -o debieran serlo- en el ámbito de la eficacia que tanto ha sido discutido. La concentración de poder de XI Jinping, y en los últimos años de Vladimir Putin es asombrosa en contraste con lo que ocurre en el viejo continente o con lo que ha ocurrido con nuestro vecino del norte, sobre todo porque atacaron a las elites políticas y revolucionaron el poder.  Además, fue llevado a cabo de manera violenta en términos políticos, no físicos. Así pues, la manera en que abordaron el sistema fue de modo no tradicional, como continuaron con esa lógica en la aproximación a la libertad y derechos humanos, tan sonados en este mundo y sus resultados fueron en consecuencia.

Todo ello da luz a la forma en que se aproxima al poder en México, pretendiendo medio replicar la supuesta fortaleza del Estado Mexicano, cuando en realidad se está debilitando aún más, sobre todo por la falta de un cambio real de la política de élite y de los líderes políticos, que son y han sido el verdadero cáncer y los verdaderos responsables de no comprender a el mundo, a la democracia y sus postulados.

A quien le quede el saco. Los que han perdido la oportunidad de tirarlos también tienen una responsabilidad particular.

Y no es pregunta.

Contacto.- @MarthaGtz (Twitter)

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