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El enorme gasto armamentista global no deja de aumentar; y cada día a un costo más elevado por su complejidad tecnológica y su amplia capacidad destructiva. Esto, en el contexto de la guerra en Ucrania que confronta a los bloques geopolíticos y económicos que se disputan el liderazgo planetario. 

No les ha impedido a los gobernantes involucrados en esa inmoral y absurda tendencia, el saber que el mundo atraviesa enormes desafíos, como la todavía activa pandemia del Covid-19, ni los cambios climáticos; tampoco los han conmovido los terremotos de máxima gravedad en Turquía y Siria ni las consecuentes hambrunas que -por todo lo dicho- amenazan a las poblaciones más vulnerables del orbe.

Este dispendio “hollywoodense” solo se justifica en un reprobable entorno de inestabilidad global belicista y hegemonista, pero no en otro pacifista y humanista, que es lo que el planeta necesita. 

La guerra en Ucrania -al margen de las razones que argumenten los bandos en pugna-, vino a demostrar que son más poderosos los intereses hegemonistas de las potencias nucleares y de los bloques geopolíticos, que las razones humanitarias y los desafíos ecológicos globales.

Es conocida la lista de naciones que más favorecen la industria de la guerra, con algunos cambios de posición en 2023, de los diez mayores: Estados Unidos, con mucho, sigue ocupando el primer lugar.

Se tiene, pues, que para el año en curso, le fueron aprobados –en cifras cerradas- 761 mil millones de dólares; a China, 230 mil millones; Rusia, 82 mil 600; India, 54 mil 200; Alemania, 52 mil 332; Australia, 52 mil 162; Reino Unido, 50 mil 235; Arabia Saudita, 46 mil mdd; Francia, 45 mil 943; y Corea del Sur, 42 mil 100.

Japón salió en este año de los 10 primeros en que estuvo en 2020, con 49 mil 100 mdd; y entró Australia, en aquel año con 27 mil mdd.

Cabe anotar que son presupuestos autorizados por los congresos de esos países, pero supeditados a ajustes en su aplicación.

El Instituto Internacional de Estudios para la Paz (SIPRI), de Estocolmo, calcula que en 2020 el porcentaje del gasto militar, con aumentos, llegó a 2.4% respecto del PIB;  promedio que se mantiene a la fecha, pero en algunos países se disparó. 

El hecho es que contra todas las protestas, sigue prevaleciendo el ánimo armamentista de ciertos gobiernos y el negocio millonario de los fabricantes.

El arsenal mortífero ya es la mayor amenaza planetaria de que se tenga memoria. Algo que ojalá el mundo no tenga que comprobar, porque -en definitiva- es demencial el nivel aniquilante en que han caído los gobernantes belicistas y los poderosos fabricantes.

Los silencios de hoy pueden ser las lágrimas de mañana.

* Presidente del Club de Periodistas, A.C.

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