* La Corte demuestra su imparcialidad y hace valer la división de poderes
* Hasta el ministro Zaldívar entendió que se trataba de una aberración jurídica
* De pena ajena el desempeño de las señoras Yasmín y Loretta
LA INSTITUCIONALIDAD NO ES UNA UTOPÍA.- La conclusión es simple, más no sencilla: En la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sí entienden a la perfección lo que significa el término “división de poderes”, en Palacio Nacional no. ¡Punto! Y esa es la razón por la cual nuestro país está completamente polarizado desde el 1º de diciembre de 2018. Nuestro Presidente, el señor López Obrador, no puede o no quiere entender que el principio esencial que nos tiene regir como nación es la jurisprudencia, el respeto a la ley y el entendimiento de que el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial siempre deben ir juntos, pero no revueltos. Por eso todos los días, todas las semanas, todos los meses y todos los años en este país tenemos todo tipo de gazapos políticos, reformas incoherentes a la Constitución y una pésima manera de entender el significado de traer colgada la banda presidencial en el pecho. Por eso, hay que celebrar lo que ayer ocurrió en el pleno de la SCJN, con 9 de 11 ministros declarando la invalidez del decreto con el que se reformaron la Ley General de Comuncación Social y la Ley de Responsabilidades Administrativas, y que representan la primera parte de un llamado “plan B” en materia electoral propuesto por el Presidente López Obrador y secundado por su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que en el Congreso de la Unión, en aras de hacer válida su aplanadora, cometió graves violaciones al procso legislativo establecido. Tanto en Palacio Nacional como en ambas cámaras, la horda guinda supuso que el Poder Judicial haría oídos sordos y ojos ciegos ante el cúmuo de irregularidades y violaciones a los reglamentos, y que dejaría pasar las violaciones a los artículos 71 y 72 de la Constitución federal.
VOTACIÓN CONTUNDENTE E INDISCUTIBLE.- Sin embargo, no hay razón para caer en júbilo o celebraciones desmesuradas. Los nueve ministros que votaron en contra de esta aberración jurídica (Norma Piña, Margarita Ríos, Alfredo Gutiérrez, Jorge Pardo, Alberto Pérez, Luis María Aguilar, Javier Laynez, Juan Luis González y el “morenista” Arturo Zaldívar) no requieren que la opinión pública los envuelva con una capa de súper héroes, porque lo que hicieron ayer no tiene porqué ser considerado un acto de heroísmo. Nada de eso. Estos nueve funcionarios públicos, expertos conocedores de la Ley y los rudimentos jurídicos, eso sí, salieron a arremangarse las camisas y las togas para simplemente hacer su trabajo y darle certeza a todos los ciudadanos que depositaron su confianza en ellos. Y esa, a final de cuentas, es la sustancia que nos permite ser un país de leyes y de instituciones, más allá de los insultos, las calumnias, los linchamientos, las injurias, los desprecios y los menosprecios que a diario les dirige el Presidente desde Palacio Nacional bajo el argumento de “a mi no me vengan con que la ley es la ley”. El Poder Judicial y sus representantes, le duela a quien le duela, no tienen porque ser empleados del Presidente de la República.
MINISTRAS OBRADORISTAS.- Y como nunca puede faltar el llamado prietito en el arroz, también vale la pena mencionar el accionar de las dos “ministras” que votaron a favor del “plan B” obradorista: La #MinistraPirata Yasmín Esquivel y la #MinistraMentirosa Loretta Ortiz, quienes, de entrada, por el gigantesco conflicto de interés que cargan encima, las dos son esposas de hombres muy cercanos al Presidente López Obrador (el contratista José María Riobóo y el fiscal en delitos electorales José Agustín Ortiz Pinchetti, respectivamente) ni siquiera deberían ser parte de la Primera Sala de la SCJN y ayer lo demostraron nítidamente, procediendo cínicamente contra toda norma jurídica establecida y defendiendo lo indefendible. La sombra de la desconfianza y el descrédito ya es condición sine qua non en este par de funcionarias, quienes sin pudor alguno demuestran una y otra vez de quién son empleadas. Ni hablar.
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